El Camino de la Felicidad
Una tarde, hace muchísimo tiempo-
Dios convocó a una reunión.
Estaba invitado un ejemplar de
Cada especie.
Una vez reunidos, y después de
Escuchar muchas quejas, Dios
Soltó una sencilla pregunta: “¿En-
tonces, qué te gustaría ser?”; a la
que cada uno respondió sin tapu-
jos y a corazón abierto:
la jirafa dijo que le gustaría
ser un oso panda.
El elefante pidió ser mosquito.
El águila, serpiente.
La liebre quiso ser tortuga, y la Tortuga, golondrina.
El león rogó ser gato.
La nutria, carpincho.
El caballo, orquídea.
Y la ballena solicitó permiso
Para ser zorzal…
Le llegó el turno al hombre,
Quien casualmente venía de reco-
rrer el camino de la verdad, hizo
Una pausa y esclarecido exclamó:
“señor, yo quisiera ser…feliz”
Vivi García, “Me gustaría ser”.
La felicidad es un tema tan profundo y tan necesitado de estudio como lo son la dificultad de comunicación, la postura frente al amor o la muerte y la identidad religiosa.
Una tarde, hace muchísimo tiempo-
Dios convocó a una reunión.
Estaba invitado un ejemplar de
Cada especie.
Una vez reunidos, y después de
Escuchar muchas quejas, Dios
Soltó una sencilla pregunta: “¿En-
tonces, qué te gustaría ser?”; a la
que cada uno respondió sin tapu-
jos y a corazón abierto:
la jirafa dijo que le gustaría
ser un oso panda.
El elefante pidió ser mosquito.
El águila, serpiente.
La liebre quiso ser tortuga, y la Tortuga, golondrina.
El león rogó ser gato.
La nutria, carpincho.
El caballo, orquídea.
Y la ballena solicitó permiso
Para ser zorzal…
Le llegó el turno al hombre,
Quien casualmente venía de reco-
rrer el camino de la verdad, hizo
Una pausa y esclarecido exclamó:
“señor, yo quisiera ser…feliz”
Vivi García, “Me gustaría ser”.
La felicidad es un tema tan profundo y tan necesitado de estudio como lo son la dificultad de comunicación, la postura frente al amor o la muerte y la identidad religiosa.
El comienzo
En su libro El hombre en busca del sentido, el doctor Victor Frankl –quien sobrevivió a los campos de concentración nazis—nos dice que si bien sus captores controlaban todos los aspectos de la vida de los reclusos, incluyendo si habrían de vivir, morir de inanición, ser torturados o enviados a los hornos crematorios, había algo que los nazis no podían controlar: cómo reaccionaba el recluso a todo esto. Frankl dice que de esta reacción dependía en gran medida la misma supervivencia.
Las personas son idénticamente diferentes; es decir, todas tienen dificultades y facilidades, pero la correspondencia es dispar: lo que para algunos es sencillísimo para otros es sumamente difícil y viceversa. Habrá quienes toquen el piano mejor y aprendan más rápido y otros que lo hagan peor… pero todos seguramente, con algunas instrucciones y disciplina, podemos llegar a tocar el piano mejor de lo que lo hacemos ahora. Exactamente lo mismo sucede en el caso de la felicidad:
Todos, seguramente, podemos entrenarnos para ser más felices.
No encuentro una relación forzosa entre las circunstancias de la vida de la gente y su nivel de felicidad. Si las circunstancias externas determinaran per se la felicidad, se trataría de un tema sencillo y no de un tema complejo; es decir, bastaría conocer las circunstancias externas de una persona para saber si es feliz.
Podríamos jugar a predecir la felicidad de acuerdo con dos sencillas evaluaciones:
Si a la persona le pasan cosas buenas= es feliz
Si a la persona le pasan cosas malas= es infeliz
De donde se podría llegar a la conclusión de que ser feliz es un tema de distribución azarosa. Una deducción falsa e infantil o, peor todavía, diseñada para esquivar responsabilidades.
La búsqueda de la felicidad no sólo es un objetivo exclusivamente humano, sino que además es uno de nuestros rasgos distintivos.
Todos los hombres y mujeres del planeta deseamos ser felices, trabajamos para ello, y tenemos derecho a conseguirlo.
Quizá más aún, estamos obligados a ir en pos de esa búsqueda.
El factor F
Un sacerdote decía siempre a sus feligreses que ser desdichado es más fácil, mucho más fácil que ser feliz.
“Cuando me siento desdichado –aclaraba—me digo que estoy tomando la salida más sencilla, que estoy dejando que algunos hechos me alejen de Dios”.
“La felicidad –explicaba--- es algo por lo que debemos trabajar y no un mero sentimiento resultado de que nos ocurra algo bueno”.
No puedo opinar sobre su planteamiento teologal, pero coincido en su propuesta de que ser o no felices parece depender mucho más de nosotros mismos que de los hechos externos.
Intentare mostrar que cada uno es portador del principal – aunque no único—determinante de su nivel de felicidad. Un factor variable de individuo en individuo, y cambiante en diferentes etapas de una misma persona, al que voy a llamar, caprichosamente, “factor F”.
Aun a riesgo de simplificarlo demasiado, lo defino básicamente como la suma de tres elementos principales:
Cierto grado de control y conciencia del intercambio entre nosotros y el entorno. No puedo ser feliz si no me doy por enterado de mi activa participación en todo lo que me pasa.
el desarrollo de una actitud mental que nos permita evitar el desaliento. No puedo ser feliz si siempre renuncio al camino ante la primera dificultad.
El trabajo para alcanzar sabiduría. No puedo ser feliz si me refugio en la ignorancia de los que ni siquiera quieren saber que no saben.
Este libro se centra más en la idea de la felicidad como actitud vital que en el análisis de la emoción subyacente.
Y me parece importante aclara esto de entrada, cuando escucho que la mayoría de las personas hablan de la felicidad como si fuera un sinónimo de estar alegre, y yo estoy seguro de que no es axial.
¿Qué es la felicidad?
La felicidad, cualquiera que sea nuestra definición, tiene que ver con una postura de compromiso incondicional con la propia vida.
Un compromiso con la búsqueda única, personal e intransferible del propio camino. Tan personal e intransferible como la felicidad misma.
Puedo compartir lo que tengo…
Puedo contarte lo que siento…
Puedo dedicarte lo que hago…
Pero no puedo compartir mi felicidad… y No puedo… aunque me duela…
hacerte feliz.
FELICIDAD/BIENESTAR
La felicidad verdadera nace del bien que hacemos y del bien que recibimos.
El ser humano ha tendido siempre a perseguir la felicidad como una meta o un fin, como un estado de bienestar ideal y permanente al que llegar. Sin embargo, parece ser que la felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día, y quizá su principal característica sea la insignificancia, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de nuestras vidas.
Otra de las controversias en torno a este tema es dónde buscar la felicidad, si en acontecimientos externos y materiales o en nuestro interior, en nuestras propias disposiciones internas.
La felicidad incluye alegría, pero también otras muchas emociones, algunas de las cuales no son necesariamente positivas (compromiso, lucha, reto, incluso dolor).
Es la motivación, la actividad dirigida a algo, el deseo de ello, su búsqueda, y no el logro o la satisfacción de los deseos, lo que produce en las personas sentimientos positivos más profundos.
El gozo permite experimentar la felicidad.
Muy pocos de nosotros disfrutamos plenamente de algo. Es muy pequeño el júbilo que nos despierta la visión de una puesta de sol, o ver una persona atractiva, o a un pájaro en el vuelo, o un árbol hermoso, o una bella danza. No disfrutamos verdaderamente de nada. Miramos algo, ello nos entretiene o nos excita, tenemos una sensación que llamamos gozo. Pero el disfrute pleno de algo es mucho más profundo, y esto debe ser investigado y comprendido.
Para conocer el verdadero gozo, uno debe ir mucho más profundo. El júbilo no es mera sensación. Requiere una mente extraordinariamente alerta. Debemos comprender esto tan extraordinario, de lo contrario, la vida se vuelve muy trivial, superficial y mezquina: nacer, aprender unas cuantas cosas, sufrir, engendrar hijos, asumir responsabilidades, ganar dinero, tener un poco de entretenimiento intelectual y después morirse.
¿Qué es la alegría?
Es la manifestación del gozo que se experimenta ante un bien.
Las causas de la alegría pueden ser desde un simple bienestar físico, y entonces la alegría dura lo que dura esa causa meramente natural, hasta un bienestar moral o espiritual.
Cuando nos sumimos en ese torbellino sensorial la aparente alegría dura lo que nos dura una noche de parranda, y después viene el vacío, el hastío ¡y la cruda! Los que viven este tipo de alegría están dominados por una profunda tristeza. La tristeza de no saber ser.
¿Podemos hallar la felicidad por medio de cosas?
¿Qué entendemos por felicidad (alegría)? Algunos dirán que la felicidad consiste en obtener todo lo que deseamos. Uno desea un coche, lo obtiene y es feliz. Deseamos cosas, el logro, el éxito, llegar a ser virtuosos... y si lo conseguimos somos felices y si no las conseguimos somos desdichados. Así, lo que muchos llaman felicidad es obtener lo que desean.
Buscamos la felicidad por medio de cosas, de pensamientos e ideas, a través de la relación. Por lo tanto, se vuelven sumamente importantes las cosas, la relación y las ideas, no la felicidad. Cuando buscamos la felicidad por medio de algo, ese algo adquiere un valor mayor que la felicidad misma. Buscamos la felicidad en la familia, en la propiedad, en el nombre, entonces, la propiedad, la familia, el nombre, adquieren una extrema importancia, ya que la felicidad es buscada a través de un medio; de esa manera, el medio destruye al fin.
¿Puede la felicidad hallarse a través de algún medio, de alguna cosa hecha por la mano o por la mente? ¡Es tan obvio que las cosas, las relaciones y las ideas son impermanentes, que siempre terminan por hacernos desdichados! Las cosas son impermanentes y se gastan y se pierden; la relación constituye una fricción constante, y la muerte aguarda; las ideas y las creencias carecen de solidez, de permanencia. Buscamos la felicidad en ellas, sin darnos cuenta de su impermanencia. Así es como el dolor se convierte en nuestro constante compañero.
Hay… una gran diferencia… empezando por el punto de vista meramente semántica:
No es lo mismo SER feliz que ESTAR feliz
La idea de estar feliz, relacionada con la suma de momentos de plenitud, implica un concepto de lucha: tratar de estar alegre cada vez mas tiempo, conseguir cada DIA mas buenos momentos, trabajar para buscar ese estado de goce, intentar estar contento con mas y mas frecuencia. En definitiva, saberse feliz sin perder de vista que solamente son momentos, que no se trata de serlo sino de estarlo: estar feliz- si se consigue encadenar estos momentos, sostienen algunos, se podría hasta tener la “falsa idea” de que se ES feliz, por lo menos hasta que un duro revés nos despierte a la realidad.
La idea de la felicidad como la capacidad de soportar estoicamente los momentos dolorosos, si no se puede evitarlos, pertenece también a este grupo, sosteniendo un ESTAR feliz vinculado a momentos gloriosos y plenos que uno intentaría prolongar no permitiendo que nada los interrumpa o, en un sentido mas amplio, decidiendo que dichos momentos de dolor son el precio a pagar para acceder a los otros, los momentos felices.
Aceptar que existe el concepto de ser feliz tiene punto de partida en una posición absolutamente distinta. La felicidad se constituye aquí en un estado mas o menos permanente y mas o menos divorciado de los avatares del “Mundo factico”, aunque no este bien definido por dónde y con qué se accede a ese estado.
Quienes creen que la felicidad consiste en instantes no ha podido incorporar todavía el concepto de que incluso los malos momentos forman parte de un fenómeno más general, el cual podría configurar un contexto donde sea posible ser feliz.
Encontrar lo bueno dentro de lo malo, por ejemplo, te permitiría casi con seguridad sentirte más feliz incluso en momentos difíciles.
De esto se trata, en gran medida, el “ser o no ser” felices. Se trata de qué hicimos con nuestros sueños… Por eso, la pregunta inicial es… qué hicimos, qué hacemos y qué haremos con esa búsqueda llena de esperanzas que los sueños prometieron para bien y para mal a nuestras ansias.
Si dejo que el sueño me fascine, ese sueño puede transformarse en una fantasía. La fantasía es el sueño que sueño despierto; el sueño del que soy consciente.
Si me permito probarme esa fantasía, si me la pongo como un saco y veo cómo me queda… entonces la fantasía se vuelve ilusión.
Ilusionarse es adueñarse de una fantasía… es hacer propia una imagen soñada.
La Ilusión es como una semilla: si la riego, si la cuido, si la hago crecer, quizá se transforme en deseo y se vuelve un “yo quiero”. Y cuando llego ahí… me doy cuenta de que aquello que “yo quiero” forma parte de quien soy.
El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en acción.
La única heroicidad que…: el valor de ser quien uno es.
El héroe de cada uno de nosotros contiene a la persona que cada uno es y que está orgullosa de ser así.
El desafío no es ser otro. El desafío es ser uno mismo.
El rumbo es una cosa y la meta es otra.
La meta es el punto de llegada; el camino es cómo llegar: el rumbo es la dirección, el sentido.
Y el sentido es imprescindible aunque lo único que pueda aportarte sea saber dónde está el norte.
Si uno entiende la diferencia entre el rumbo y la meta, empieza a poder definir muchas cosas.
La felicidad es… la satisfacción de saberse en el camino correcto.
La felicidad es la tranquilidad interna de quien sabe hacia dónde se dirige su vida.
La felicidad es la certeza de no estar perdido.
Sin dirección no hay camino.
El tema está… en saber el rumbo… no está en saber cuán cerca estoy ni en descubrir qué tengo que hacer para llegar.
La cuestión es que aunque el afuera no me deje ver la costa, si yo sé hacia dónde voy, nunca me interesa el lugar al que llegar, sino la dirección en que avanzo.
Si la felicidad dependiera de las metas, dependería del momento de la llegada.
En cambio, si depende de encontrar el rumbo, lo único que importa es estar en camino y que ese camino sea el correcto.
En la vida, el rumbo lo marca el sentido que cada uno decida darle a su existencia.
Y la brújula se consigue contestándose una simple pregunta:
¿Para qué vivo?
No por qué, sino para qué.
No cómo, sino para qué.
No con quién, sino para qué.
No de qué, sino para qué.
La pregunta es personal. Se trata de tu vida…. Contestar con sinceridad esta pregunta es encontrar la brújula para el viaje.
Encontrar la apropia respuesta no es tan difícil. Sobre todo si me animo a no tratar de convencer a nadie. Sobre todo si me atrevo a no tomar prestados de por vida sentidos ajenos.
Encontrar el sentido de tu vida es descubrir la llave de la felicidad.
Y la respuesta a la pregunta sobre el sentido de tu vida está dentro de ti.
Los momentos gloriosos deberían servirme para definir mi rumbo, así como los momentos más infelices pueden transformarse en buenas señales para detectar todo lo que ya no tiene sentido para mí o quizá nunca lo tuvo.
Ser feliz no quiere decir necesariamente estar disfrutando, sino vivir la serenidad que me da saber que estoy en el camino correcto hacia algo que tiene sentido para mí.
Bibliografía
BUCAY, Jorge. Hojas de Ruta: El camino de la Felicidad. Edit. Oceano de México, Segunda Edición, México 2008.
